En Japón, la palabra Karoshi significa literalmente "muerte por exceso de trabajo".
Suena como algo que solo ocurre en lugares extremos, en culturas obsesionadas con el rendimiento, como si fuese un problema lejano.
Pero, si somos honestos, ¿cuánto nos separa de eso?
Karoshi no es solo un problema japonés; es un espejo de lo que nos hemos convertido, de cómo el trabajo se ha impuesto en nuestras vidas hasta el punto de dedicarle más de un tercio de nuestro tiempo aquí.

En Japón, karoshi se asocia con jornadas interminables, con trabajadores que pasan más tiempo en la oficina que en sus propios hogares. Personas que sacrifican su salud, su tiempo, su vida familiar, porque el sistema les exige siempre más.
Pero esto no pasa solo en Japón.
Tal vez aquí no le demos un nombre tan específico, pero el espíritu del karoshi está presente en cualquier sociedad que idolatra la productividad, que premia el sacrificio, que mide el valor de una persona por lo que puede producir.
El problema del karoshi no es solo el exceso de horas.
Es el sistema de valores que lo respalda.
Un sistema que glorifica el sacrificio, que considera la fatiga como algo de lo que sentirse orgulloso, que nos hace creer que trabajar hasta el agotamiento es una prueba de carácter.
Pero, ¿para quién trabajamos?
¿Qué estamos ganando realmente?
Karoshi es la culminación de una mentira: la idea de que el éxito justifica cualquier precio, incluso nuestra vida.
Y lo más aterrador es que hemos normalizado este sacrificio.
Nos decimos: "Así es el mundo. Así funciona la sociedad".
Pero no tiene que ser así.
Ningún trabajo debería costarnos la vida, y sin embargo, seguimos atrapados en esta rueda, pensando que no hay alternativa.
Entonces, ¿qué podemos hacer con este problema?
Necesitamos repensar lo que significa trabajar. El trabajo no debería ser el centro de la vida, sino una parte de ella.
Necesitamos límites, no solo legales, sino también culturales.
Necesitamos dejar de glorificar el agotamiento, dejar de valorar a las personas por lo que producen y empezar a valorarlas por lo que son.